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jueves, 7 de abril de 2011

¿De verdad merece la pena?

Es muy cierto que la sociedad española se está viniendo abajo, y que lo está haciendo derrumbándose ella misma, tirando por tierra dos de los pilares más importantes de una nación, la política y la juventud. La política es el arma que rige la identidad y las directrices a tomar en el momento presente, la juventud es la encargada de observar, ayudar a corregir, aprender y abrir nuevas vías con el espíritu emprendedor propio de la edad.

La política, en estos tiempos de crisis, está consiguiendo aburrir y exasperar al pueblo gracias a la toma de un cúmulo de decisiones erróneas que no nos están ayudando en demasía a salir de esta situación. Los partidos dirigentes juegan a echarse la culpa unos a otros sobre las cosas que hace uno y las que hizo el otro, aprueban leyes absurdas (¡vaya por Dios, en eso sí se ponen de acuerdo!) que restan libertades a los ciudadanos y que los ahogan más en sus pozos de miserias y problemas. Han congelado los sueldos de los funcionarios (vale, está bien, es necesario), pero los suyos no los han congelado, ¿no sé suponen que ellos también son funcionarios ya que trabajan para el Estado? Nos han limitado la velocidad en autopistas y autovías a 110km/h para ahorrar combustible (no tiene mucho sentido pero algo, solo algo, se ahorra) y nuestros tan útiles (entiéndase la ironía) eurodiputados han rechazado una enmienda para volar en clase turista, para ahorrar también ¿no? Y ahí el señor presidente no mete un decretazo como tanto le gusta hacer. Todo esto y mucho más ha creado en el país una sensación de haber entrado en un absurdo, donde hagas lo que hagas, votes a quien votes, será igual de incompetente y hará lo que le de la gana al partido y los altos mandos de este nuestro querido país.

Y si acabo de decir que la política aburre y exaspera, de la juventud tengo que decir que avergüenza, que ha perdido mucho, que deja en evidencia muchas cosas en este país. Una cifra impensable de jóvenes se encuentra en el paro, ¿a qué se debe? Uno: a que no están estudiando, dos: a que no tienen una buena cualificación, tres: a que no tienen valores, no existen una motivación que les empuje, cuatro: a la crisis actual. Conforme avanzan los años aumenta el número de adolescentes que dejan el instituto sin tener el graduado (hoy en día en los institutos para adultos hay más jóvenes de unos veinte años), buscan, cuando las buscan, las salidas fáciles, el negocio del tito, un PCPI, el campo... La laicización tan repentina y rápida que ha sufrido España tras liberarse de la dictadura franquista ha traído consigo una pérdida de valores y creencias totales que permiten que no haya nada por lo que luchar, si todo les da igual, ¿por qué tienen la necesidad de estudiar en vez de pasar ratos agradables de despreocupación con los amigos? Esto tiene unos culpables claros: papi y mami; esos entrañables seres que de jóvenes salieron de la dictadura y no supieron utilizar la libertad de la que al fin podían disfrutar dando lugar a generaciones de inútiles que están tirando por tierra lo poco que ha llegado ser España en estas últimas décadas. Y si encima de esto, la porción de la juventud que tira para delante ve en los mayores un ejemplo catastrófico de comportamiento solo falta que estos también se desmotiven, como ya está ocurriendo, y pierdan la fe en la política, donde solo encuentran mentiras e injusticias.

¿Merece la pena que montemos este circo a día de hoy? Sinceramente me parece muy ridículo todo lo que se está dando en la sociedad actual, las cosas con dificultad alcanzan un grado estimable de coherencia y a todos nos da igual, ya habrá alguien que lo solucione. ¿Quién? Posiblemente mi generación y las cercanas. Dios quiera que estemos preparados para afrontar el momento en el que cojamos el testigo y podamos hacer las cosas con un poco de sentido común, que esto puede ser algo maravilloso y nos empeñamos en hacerlo mal.