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martes, 18 de enero de 2011

Lo conseguirás recordar

Hoy es una de esas mañanas en la que sin ningún motivo aparente te levantas de la cama casi de un salto, sin remolonear, sin pesadez, con una extraña y repentina ilusión. Miras por la ventana y un hormigueo se desliza por tu barriga presintiendo que este día no es el rutinario y aburrido que tu esperabas, las cosas están cambiando y tú no has movido un dedo.
Sales a la calle y notas que el viento te cierra un poco los ojos, pero enteros no, no te puedes permitir el lujo de perderte ni el más mínimo detalle de la jornada que comienzas lleno de vitalidad, de espíritu. Una implacable sonrisa te acompaña y se refuerza tras cada diminuto paso que das en este enorme planeta.
Ahora te toca buscar un sitio donde puedas olvidar todo para abrirte a otro todo que te deje absorto del Sol que atraviesa el oscuro cristal de tus gafas para rozarte el colorido iris que reluces sin esfuerzo. El lugar es perfecto. Fresca hierba verde sobre la que tumbarte sin más preocupación que romper las cadenas de tu pensamiento, que pasa los días y los días ocupado con realidades poco trascendentales en la. mayoría de los casos. Con las manos en la nuca y observando los desplazamientos y las formas de las nubes.
Solamente te despista la risa de unos niños que corretean de un lado para otro, ellos no son presas de la madurez. Te vuelves a centrar en las nubes para retomar una línea de pensamientos e ideas que te alejen del mismo suelo...
Te incorporas de una manera brusca. Has pensado algo, no logras recordarlo, pero la sensación que te recorre el cuerpo es inmejorable. Sin poderlo remediar sonríes. Intentas volver a la línea de pensamiento para llegar al punto en el que quisiste parar el tiempo para gozar de ese instante efímero pero supremamente agradable. No lo consigues y te muerdes el labio nervioso. Un sentimiento único te tocó el alma, recordaste cuando llegaste corriendo a tu abuelo y te cogió en brazos, cuando tu madre te besaba en la frente antes de dejarte dormir, el último pétalo que dictaba que tu amor imposible sí te quería, el abrazo tras reencontrarte con un antiguo amigo, la caña que sacaba el pez del lago.
Te levantas, radiante, ya nadie te puede decir que no, todo es demasiado bueno. De vuelta a casa sigues pretendiendo encontrar lo que te provocó aquella sensación aun presente. Crees que no pudo ser algo demasiado importante, de ser así te acordarías. Aunque ¿qué tontería te puede producir todas esas cosas? Bueno, ya da  igual, te has dado por vencido.
Tumbado en la cama, mirando el techo de tu habitación, revives esa intensa felicidad durante unos segundos. Mueves las piernas y el resto del cuerpo por la inquietante alegría. Sueñas con revivir ese momento, piensas que ha sido uno de los mejores de tu vida. Ya se te han cerrado los párpados .Has vuelto a sonreír, ¿has logrado soñar con ese instante de inmensa felicidad?

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